Siguiendo el
empuje del documental “Kiss the ground (Besa el suelo), disponible en una
plataforma de streaming (y que recomendamos extensivamente que lo vean), vamos
a comenzar una serie de posts sobre el SUELO y su importancia en un sistema de
cultivo, sus características, cómo cuidarlo y regenerarlo, todo dentro de un
enfoque agroecológico; ya que muchas veces los problemas, desnutrición,
enfermedades o muerte de nuestras plantas en el huerto tienen mucho que ver con
un mal suelo o un mal manejo del mismo.
Entender esta
parte teórica de uno de los factores más importantes de un huerto -el suelo-
nos ayudará a comprender mejor cómo funciona este ecosistema[1]
llamado nuestro huerto.
Lo primero que
debemos entender es que un suelo sano es un sistema vivo, contiene cantidades
inimaginables de micro y macroorganismos: hongos, bacterias, nemátodos,
protozooarios, insectos y ácaros, así como las raíces de las plantas, cultivadas o no.
Fig 1. Ejemplos de la gran diversidad de organismos que encontramos en un suelo sano.
Todo este
conjunto de organismos vivos forma cadenas de alimentación entre ellos, algunos son benéficos para nuestro huerto, otros hay
que controlarlos -no eliminarlos- para tener buenas cosechas.
Tenemos organismos benéficos como los hongos micorrizicos que ayudan a las raíces de las plantas a absorber diferentes nutrientes, o a las lombrices de tierra que airean el suelo y que comen materia orgánica en descomposición para liberar humus que a su vez es aprovechado como nutrientes por las plantas, pero también podemos encontrar nemátodos que pueden afectar las raíces o insectos como las larvas de escarabajo (gallina ciega) que pueden ser un gran problema en el huerto.
Fig 3 y 4. La gallina ciega, que es la larva de un escarabajo, en un suelo dañado puede causar mucho daño al cultivo.
Sin embargo, como
en cualquier ecosistema, la pérdida de ésta gran diversidad de seres vivos por
el efecto de malas prácticas como la aplicación constante de agroquímicos -fertilizantes,
insecticidas, fungicidas, herbicidas- provoca que todos estos organismos
mueran, dejándonos un suelo muerto.
Fig 5. Un suelo muerto no produce nada, no contiene materia orgánica ni organismos, sus nutrientes son fácilmente lavados por la lluvia (erosión).
Perder la diversidad en el suelo nos lleva a problemas de plagas o enfermedades en las raíces, ya que al romper la cadena de alimentación de los insectos u hongos, estos en lugar de alimentarse de lo que normalmente lo hacen, comerán lo primero que encontrarán: nuestras plantas.
Un proceso lento
pero seguro para recuperar un suelo muerto en superficies pequeñas como un
huerto familiar es añadiendo materia orgánica: composta, estiércol, humus de
lombriz. Esta materia orgánica puede agregarse antes de cada ciclo de cultivo y
con el tiempo lograremos un suelo rico en nutrientes y en diversidad biológica.
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[1] Un
ecosistema es un sistema biológico constituido por una comunidad de organismos
vivos y el medio físico (ambiente) donde se relacionan.